Aproximación al problema de la “masculinidad tóxica”


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El propósito de los siguientes párrafos es definir el concepto de masculinidad tóxica para así tener una mejor comprensión de lo que esto significa dentro de nuestra sociedad. Si separamos el sustantivo (masculinidad) de su adjetivo (tóxico) podríamos encontrar en el diccionario de la Real Academia Española las siguientes acepciones:

a) Masculinidad: Perteneciente o relativo al género masculino.
b)Tóxico: Que contiene veneno o produce envenenamiento.

Este ejercicio léxico definiría a la masculinidad tóxica como algo “relativo al género masculino que produce envenenamiento”. Sin embargo, el diccionario omite toda la historia y las investigaciones antropológicas, sociológicas y psicológicas sobre lo que significa la masculinidad y el género masculino.

Martín Casares (2008) en Antropología del género: culturas, mitos y estereotipos sexuales advierte que los trabajos sobre masculinidad que comenzaron a aparecer en los años 90 están realizados partiendo de la perspectiva de género, preconizando la necesidad de deconstruir la masculinidad tradicional para así construir nuevas masculinidades, libres, ricas y plurales, al tiempo que se plantean estrategias y se proponen nuevos modelos emergentes y así, desarrollar un nuevo paradigma de lo masculino. Ahora bien, ¿porque con la larga historia del feminismo, los hombres se tardaron para desarrollar un estudio de las masculinidades? Martín Casares ofrece una respuesta a esto:

“Instalados en una posición social de dominio –en relación a las mujeres– no les ha sido preciso, globalmente hablando, analizar sus formas de comportamiento, sus reacciones, sus problemas, y tienden a pensar que su forma de proceder es natural, espontánea, derivada de su personalidad, comportamientos y actitudes percibidos como intocables. […] Invisibiliza las “anormalidades” y psicopatologías masculinas que quedan casi asi inombradas e impensadas. Así, la anormalidad sigue quedando del lado de las mujeres, la patologización-descalificación psíquica de ellas es la regla, y la invisibilización de lo anormal/patológico masculino se perpetúa.” (268-270)

Entonces, ¿cuál es la patología de los hombres que tenemos normalizada y de qué manera la anormalizamos? Esto ya esta siendo realizado. Debido a que la década  esta marcada por el movimiento #metoo y los estudios y propuestas feministas –que se comparten en las redes sociales de manera más fácil– la mayoría de la sociedad ahora se encuentra utilizando expresiones que denotan comportamientos agresivos o de superioridad hacia las mujeres por parte de los hombres. No es sorpresa que el término –quizá el más polémico– “masculinidad tóxica” sea conocido y utilizado por gran parte de la sociedad. En términos generales, la masculinidad tóxica hace referencia a un modelo en específico de hombría que expresa una serie de creencias y comportamientos negativos que los hombres siguen para considerarse “verdaderos hombres”. Existen otras maneras de llamar a las cualidades de la “masculinidad tóxica”: hipermasculinidad, masculinidad tradicional, masculinidad regular, etc. El problema comienza cuando se cuestiona si el término afirma que toda la masculinidad es tóxica. Los hombres no quieren que su masculinidad sea definida como tóxica cuando ellos no realizan agresiones en contra de mujeres. Así, términos acuñados por la teoría feminista, como masculinidad tóxica, tienen la apariencia de acometer en contra de la masculinidad de todos los hombres. La respuesta de las feministas no parece ser suficiente: con “masculinidad tóxica” sólo se refiere a ciertos aspectos como la falta de socializar emociones, reacciones violentas, la hipercompetitividad, la intimidación, la depredación, el trato a mujeres como objetos, etc. Quizá la cuestión es que el término incluye a la palabra “masculinidad” y no se puede afirmar que la masculinidad sea negativa, ni ciertos aspectos de esta, ya que lo “tóxico” no proviene de la masculinidad únicamente. Ambos lados de la discusión afirman que estos comportamientos negativos también los poseen las mujeres. A pesar de la controversia, las personas feministas continuan su uso para expresar y dar a comprender aquellos comportamientos negativos que dañan a las mujeres.

Entonces, ¿cuál es el significado de este término y por qué resulta tan problemático? Para comprender este concepto es necesario retomar los avances de la teoría de género a partir de Rodríguez Magda (1999) en su ensayo “El cuerpo-especie y la verdad del sexo.”, en Foucault y genealogía de los sexos, donde se indica que según las aportaciones de Robert J. Stoller:


el vocablo “sexo” se refiere a los componentes biológicos que distinguen al macho de la hembra, relacionándose pues con la anatomía y la fisiología; mientras que el término “género” engloba aspectos esenciales de la conducta (afectos, pensamientos, fantasías…) que aún hallándose ligados al sexo, no dependen de factores biológicos. El vocablo género no tiene un significado biológico, sino psicológico y cultural. Los términos que mejor corresponden al sexo son “macho y hembra”, mientras que los que mejor califican al género son “masculino” y “femenino”, éstos pueden llegar a ser independientes del sexo (biológico). […] el género es una categoría compleja y múltiplemente articulada que comprende: 1) atribución, asignación o rotulación de género, 2) la identidad de género, que a su vez se subdivide en el núcleo de la identidad y la identidad propiamente dicha, y 3) el rol de género. La atribución de género se realiza de forma inmediata ante la visión del sexo anatómico del bebé, lo cual desencadena un estímulo social de rotulación, comportamientos y expectativas. […] El rol de género es el conjunto de expectativas acerca de los comportamientos sociales apropiados para las personas que poseen un sexo determinado.

Para Sculos (2017) la “masculinidad tóxica” es: 

Norms, beliefs, and behaviors often associated with toxic masculinity include: hyper-competitiveness, individualistic self- sufficiency (often to the point of isolation nowadays, but still, and more commonly in the pre- Internet days, in a parochial patriarchal sense of the male role as breadwinner and autocrat of the family), tendency towards or glorification of violence (real or digital, directed at people or any living or non-living things), chauvinism (paternalism towards women), sexism (male superiority), misogyny (hatred of women), rigid conceptions of sexual/gender identity and roles, heteronormativity (belief in the naturalness and superiority of heterosexuality and cisgenderness), entitlement to (sexual) attention from women, (sexual) objectification of women, and the infantilization of women (treating women as immature and lacking awareness or agency and desiring meekness and “youthful” appearance). This list is not meant to be exhaustive.


Moore y Gillette (1993) afirman que la masculinidad esta en crisis: 
“A fines del siglo veinte nos enfrentamos a una crisis de identidad masculina de vastas proporciones. […] Observamos los sistemas familiares y vemos la ruptura de la familia tradicional. Cada vez con mayor frecuencia las familias exhiben la triste realidad de la ausencia del padre. […] Junto con el derrumbe del proceso ritual para la iniciación masculina existe otro factor que parece contribuir a la ausencia de la identidad masculina madura. Este factor, mostrado por la crítica feminista, se llama patriarcado” (15-17)
Y aseguran que el patriarcado debe ser tratado como un resultado de la masculinidad inmadura:
“Nosotros pensamos que el patriarcado no es la expresión de la masculinidad profunda y arraigada, porque la verdadera masculinidad profunda y arraigada no es prepotente. El patriarcado es la expresión de la masculinidad inmadura. Es la expresión de la psicología del adolescente y, en parte, el lado negativo, o alocado, de la masculinidad. […] Nosotros vemos al patriarcado como un ataque a la masculinidad plena, así como a la feminidad plena. Aquellos que se encuentran atrapados en las estructuras y en la dinámica del patriarcado buscan dominar no sólo a las mujeres sino también a los hombres.” (17)
Así, los hombres deben conectar con la masculinidad madura:
“Lo que está faltando no es la conexión adecuada con lo femenino interior, como muchos psicólogos de prestigio suponen. En muchos casos, los hombres que buscan ayuda han sido y continúan siendo avasallados por lo femenino. Lo que está faltándoles es una conexión adecuada con los potenciales de la masculinidad madura. Sus conexiones con esos potenciales están bloqueados por el patriarcado mismo y por la crítica feminista a la poca masculinidad a la que pueden aferrarse. […] Debemos conseguir una sensación de tranquilidad respecto del poder masculino de tal manera que no sea preciso actuar con un comportamiento dominante y agresivo.” (18-19)
Por otro lado, Luis Bonino Méndez asegura que la masculinidad es: 
“lejos de ser un resultado testosterónico o la manifestación de una esencia, es el producto de una construcción histórico-social que se hace carne y alma, al llevar al que nace con sexo masculino a ajustarse a roles y a identificarse con valores, intereses y atributos que la normativa genérica adjudica a la masculinidad: poder, agresividad, logicidad, autoconfianza, sexualismo, repudio de lo femenino y superioridad sobre la mujer.”
Y que el ideal masculino es dañino para los hombres:
“La ineludible tensión entre las exigencias del ideal de masculinidad y las propias posibilidades provoca en muchos varones un enorme displacer que suele disimularse con mecanismos de protección tales como la proyección, la hipermasculinidad, el pacto de silencio entre varones y la culpabilización de la mujer. Mecanismos que ocultan lo que los varones se niegan a ver: sus comportamientos dependientes, sumisos y su constante esfuerzo en proteger el orgullo varonil. Así, exigidos por el ideal a conservar privilegios pasados, fijados a una identidad que se afirma en el tan difícil éxito, y rodeados de mujeres que ya no le rinden culto, muchos varones actuales sienten resquebrajada su identidad, oscilando entre la hiperactividad defensiva hacia las mujeres, la perplejidad paralizante y el resentimiento.”
Resulta en consecuencias dañina no sólo para las mujeres, sino para los hombres también:
“¿Las consecuencias de todo esto?: Los abusos de género, aquellos derivados de la inferiorización y objetalización de la mujer y de los “menos hombres”: violencias físicas, emocionales y sexuales, abandonos o acosos, explotaciones de los cuerpos ajenos, transgresiones de las leyes de la convivencia”. Y también las patologías de género, aquellos trastornos de la epidemiología muestra como predominantemente varoniles, relacionados con el acatamiento conflictual a las formas que la masculinidad impone: patologías de la acción (y la inacción), de la omnipotencia (y de la impotencia), tales como las sexuales, los descuidos corporales, las adicciones, las depresiones por vacío laboral o por pérdida del norte, las sobreexigencias por “dar la talla” y las inhibiciones por no darla.”
En nuestro estudio de los memes, es importante identificar la construcción de la masculinidad a partir de la realización de memes sexistas y antifeministas como manifestación de la masculinidad inmadura de Moore y Gillette, y de la influencia que estos tienen sobre la construcción de roles de género: 
“El mundo simbólico de las imágenes, fundamentalmente la evolución de los modelos de masculinidad en la publicidad y el cine, ha sido objeto de diversas investigaciones que muestran la extraordinaria influencia de los medios de comunicación en la construcción de los roles de género.” (Martín Casares, 2008: 270)





Bibliografía

Martín Casares, Aurelia. (2008) Antropología del género: culturas, mitos y estereotipos sexuales. Madrid: Cátedra

Rodríguez Magda, Rosa María. (1999) “El cuerpo-especie y la verdad del sexo.”, en Foucault y genealogía de los sexos. Barcelona: Antropos/Universidad Autónoma Metropolitana. (211-213)

 Moore, R. & Gillette, D. (1993) La nueva masculinidad: rey, guerrero, mago y amante. Barcelona: Paidós.

Sculos, Bryant W. (2017) "Who’s Afraid of ‘Toxic Masculinity’?, Class, Race and Corporate Power: Vol. 5 : Iss. 3 , Article 6. Recuperado de: https://digitalcommons.fiu.edu/classracecorporatepower/vol5/iss3/6 
Bonino Méndez, Luis. (1997) La condición masculina a debate. Teoría y prácticas sobre el malestar de los varones. No. 4. Área 3: Cuadernos de temas grupales, psicosociales e institucionales. Recuperado de: http://www.area3.org.es/Uploads/a3-4-Condicionmasculina.LBonino.pdf

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