Raquel Gutiérrez Estupiñán es una académica de origen mexicano licenciada en Letras Románicas por la Universidad de Lovaina, Bélgica y doctorada en Filología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia de Madrid. Actualmente es profesora en la Benemérita Universidad de Puebla, es titular del Posgrado en Ciencias del Lenguaje del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades. En su ensayo titulado “Literatura, teoría y crítica feministas” localizado en Una introducción a la teoría literaria feminista encontramos la respuesta a la pregunta “¿existe una literatura femenina?”.
La marginalización de ciertos tipos de literatura y su poca o nula presencia en los cánones contemporáneos, que están a favor de elevar literatura escrita por hombres, debe ser estudiado evitando posturas extremas, nos aclara Estupiñán. Sin embargo, esto no puede ser negado. La literatura escrita por mujeres –o incluso de cualquier minoría- difícilmente puede obtener la aclamación y la rápida calificación positiva que obtiene la obra escrita por hombres, pero ¿a qué se debe esta centralización y alta exposición de la literatura masculina y la rápida desacreditación de la obra femenina? La autora recorre la historia de la teoría feminista para dar respuesta a esta problemática. Para esto recurre a las aportaciones teóricas de Kate Millet, Biruté Ciplijauskaité, Josephine Donovan, Joan Scott y Mary Eagleton. Asimismo, Estupiñan realiza una síntesis de lo que significa la teoría y la critica feministas. A continuación, se enumeran algunas ideas principales encontradas en el ensayo de Estupiñan.
Uno de los términos más utilizados al tratar la literatura femenina es el término “experiencia”. En el ensayo se utiliza la definición de Teresa de Lauretis: “Proceso por el cual, para todos los seres sociales se construye la subjetividad.” Por otra parte, existen autoras que tratan de alejarse de este término o prefieren modificarlo. Kate Millet en Sexual Politics de 1969 decide que es preferible analizar los contextos sociales y culturales de las escritoras. Burilé Ciplijauskaité argumenta que no es necesario tratar la experiencia de la mujer desde términos fisiológicos sino que además a un nivel neuronal o tratar la experiencia de las mujeres de color. Estos son algunos problemas que se presentan al utilizar el término “experiencia”, pero además, aún no es completamente claro cómo se refleja en la escritura.
Josephine Donovan hace otra aportación indicando que hay algunas constantes en la experiencia y la práctica de las mujeres de todas las culturas.
a) La mujeres comparten una opresión por parte del patriarcado.
b) La mujer esta confinada a la esfera doméstica privada.
c)El proceso de maduración psicológica y la relación con la madre varía de niñas a niños.
Joan Scott y Rita Felski proponen soluciones. Debido a que no se puede dejar de usar el término “experiencia” por su valor en las narraciones y el lenguaje, Scott propone redefinirlo. De esta manera se dará más peso a los procesos de la producción de identidad y la política de la construcción de identidad, tomando en cuenta el carácter colectivo y a la vez individual de la experiencia. Por otro lado, Felski propone la utilización de un modelo reflexionista, que mide la habilidad de una obra para reproducir de forma realista la experiencia femenina, a partir de anclar una estética feminista en la experiencia para recuperar estructuras distintas a las de los autores.
En cuanto a la crítica y la teoría feministas, Estupiñan señala que la obras que inician este estudio son Un cuarto propio de Virginia Woolf de 1929 y El segundo sexo de Simone de Beauvoir publicado en 1949. Continuó creciendo hasta que hubo un considerable enriquecimiento de 1970 a 1990. Sobre la crítica, Marcia Holly indica que su función es repudiar formulaciones estereotipadas con respecto a las mujeres. Cheri Register distingue tres sectores de la crítica feminista:
a) El análisis de “la imagen de la mujer” que dará cuenta de los estereotipos femeninos en textos escritos por hombres y buscará modelos positivos.
b) La discusión de la crítica masculina que fracasa al estudiar la obra de escritoras.
c) La crítica feminista prescriptiva que se encargará de que la escritura femenina alcance estándares positivos: libre expresión, sin patrones preexistentes, etc.
Finalmente, el ensayo concluye con los aportes de Elaine Showalter en “Towards a feminist poetics” y “Feminist criticism in the wilderness”. En estos ensayos, Showalter inaugura la ginocrítica, que estudia a la mujer escritora y la crítica feminista, que estudia a la mujer lectora. Asimismo, inicia un modelo de cultura de las mujeres. Además, propone un modelo alterno al victoriano, que separa la cultura masculina de la femenina. Realizado por los antropólogos Shirley y Edwin Ardener, este nuevo modelo coloca la cultura masculina y la femenina a manera de que se crucen aunque crean otras zonas exclusivas.
En conclusión, todas las aportaciones antes mencionadas nos indican que es necesario una constante redefinición en la manera en que se estudia la obra escrita por mujeres. Deben retomarse como base las aportaciones de las autoras feministas de los inicios de la teoría y crítica feministas para continuar con la evolución del estudio de la escritura por mujeres y continuar con su implementación en las academias de zonas marginadas.
Bibliografía
Gutierrez, R. (2004) “Literatura, teoría y crítica feministas”, en Una introducción a la teoría literaria feminista. Puebla: BUAP. pp. 59-74.
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