El cisne de Saint-Saëns

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Mi primer encuentro con el objeto artístico a tratar inicia con el poema sinfónico “Danza Macabra” del compositor francés Camille Saint-Saëns. Fascinada por el intrépido ritmo, las capas de sonidos y el ambiente que crea la pieza, dedique una noche a investigar otras obras del autor. Pronto me encontré con la interpretación de “El Carnaval de los Animales” por una orquesta sinfónica juvenil de Polonia.  La obra musical es conformada por catorce movimientos que describen características de animales, por ejemplo, “Personajes de largas orejas”, “Acuario” y “Fósiles”. A Camille “no le era indiferente la recepción del público”. Por temor a que esta obra, con tonos muy cómicos, arruinara su reputación de compositor serio, Saint-Saëns impidió que la tocaran hasta después de su muerte. “El Cisne”, que es la penúltima pieza, fue la única excepción. El autor permitió que fuera interpretada mientras él aún vivía por ser la más seria y hermosa así que fue publicada en 1887. Fue compuesta para dos pianos y un violonchelo.  A pesar de que existen varias interpretaciones aquéllas con el chelo, en mi opinión, son insuperables pues mantienen el tono bajo y por consiguiente, el efecto romántico. El violín y el clarinete no cumplen con la función de la pieza.

Al ver la interpretación del joven de la orquesta mencionada y más tarde, la del violonchelista franco-americano, Yo-Yo Ma, me di cuenta de que la emoción del artista, su poiesis, es bastante apasionada. Se debe repasar con cada nota los sentimientos de Camille para obtener una comprensión total de la obra. Por los rostros que sostienen en las presentaciones infiero que tocar esa pieza remonta a memorias personales y al oír las notas, las emociones son arrancadas del alma. El esteta Charles Lalo asegura que cuando más notable es la obra es más personal. Ellos crean el sonido y lo dejan ir. Lo sueltan y les duele. Se mezclan esas notas y juegan en los oídos. Me parece intenso tanto interpretarla como escucharla que es, sin duda, un evento muy espiritual.

“El Cisne” contiene indudablemente una función mimética. El titulo nos guía, rápidamente, a imaginar el fragmento del piano como el lago y el del chelo como las ondas creadas por el nado de un cisne. Aquí, lo que Saëns hizo, de acuerdo con Sócrates,  fue seleccionar lo más bello de la imagen de un cisne y componer una imagen más celestial. Si bien Platón está en desacuerdo porque no se muestra la “verdad”, me inclino por Aristóteles en cuanto a que aclara que la mimesis crea una complementación y prolonga la naturaleza. A través del objeto artístico tratado se puede reconocer la sensibilidad del autor y la verdad que tiene que expresar con respecto a la criatura acuática e incluso algo más de lo que nos puede ofrecer la zoología.

Cuando escuché “El Cisne” por primera vez, con el concierto de la orquesta polaca, no pude evitar llorar, mi corazón se aceleró y mi sentido auditivo se agudizó ya que quise atrapar cada sonido de los dos pianos y el chelo. William James delibera que en las sensaciones reside lo agradable y luego lo atribuimos al objeto, es decir, si mi corazón se acelera por oír “El Cisne” es porque debe ser una música impactante. Sin embargo, Kant crea una distinción entre lo agradable y lo bello que sí promueve un juicio de gusto. Sin duda, mi primera impresión fue muy espiritual y sensitiva. Pero cuando creció este juicio logré avanzar hacia la estructura y así pude componer una primera imagen de la obra en mi cabeza.

Ahora, cuando la escucho me da la sensación de ligereza y siento una elevación causada por el desarrollo de las notas altas en el chelo. El ritmo me parece que marca el compás de una criatura agraciada: un cisne celestial y triste. La creación de imágenes es parte de la intuición estética humana. La primera impresión es crucial pues según San Agustín proviene de los sentidos. Plazaola lo acuñe a una “fusión prodigiosa de la carne y de la mente”. Definitivamente, mi intuición se queda atrás con la sola imagen de lo celestial, debido a que no puedo ver la pieza más allá de esa imagen, pues siento que arruinaría mi experiencia estética. Conservar esta imagen me parece clave para prolongar mi asombro. Plazaola afirma que vivir en este asombro de los sentidos es vivir estéticamente.

 Una vez iniciada la música, si tengo alma, esta se estremece. Si cierro los ojos me veo verdaderamente a mí misma. Finalmente me siento más viva. Se presenta como parte del rapto mi exaltación del sentimiento de vida y de atemporalidad, de acuerdo con los estetas vitalistas.

Esta pieza, literalmente, me encanta. La escucho y mi piel se eriza, mi boca sonríe, mis cejas se alzan y mis ojos se cierran. Produce un efecto circular ya que una vez que acaba quiero oír el inicio de nuevo. No me es fácil hablar de estas emociones debido a que son impenetrables, pero esto es algo muy próximo a mi experiencia. Podría oír esta canción todos los días y no escuchar lo mismo. Si esta canción puede ser bailada entonces la vida es su interpretación. Una vida delicada, nostálgica y eterna. Me describe una bella soledad. La divinidad de la soledad en saltos de regocijo y melancolía. De acuerdo con esas sensaciones, le atribuí factores de mi vida personal o mi conocimiento musical. Ingarden indicaría que estoy formando el objeto artístico a través de la endopatía y quizá la hago parecer más hermosa de lo que en realidad es. Esta soledad o vida delicada y nostálgica que mencioné son los objetos inofensivos de la apariencia. Cuando llego a esta contemplación, lo que veo es un objeto imaginario. Me introduzco en esta vida y soledad de la obra, un mundo propio y no salgo fácilmente. ¿Cómo regreso a mi cotidianidad? Quizá no lo hago y me aferro a la contemplación y a la endopatía. Plotino diría que mi alma se hace una misma con “El Cisne”.
Me parece que si bien no recuerdo si llegó a “raptarme” la pieza la primera vez que la oí, de vez en cuando noto que, según Goethe, la pieza me libera de mis decepciones y apetitos. Siento que si fuera a viajar lo único que necesitaría sería meter la melodía en la maleta para que Saint-Saëns voltee mi rostro hacia su mundo y me diga “escucha y olvida”.

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