Diagnosis de aquel que no quiere ver: la ceguera metafórica como epidemia de inicios del siglo XXI

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El peor ciego es el que no quiere ni oír.
ALEXANDER GRAHAM BELL.

Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego.
PROVERBIO ÁRABE.

No cabe duda de que la ceguera ha estado presente en la historia literaria como un recurso que denota falta de iluminación o luz en la mente de los personajes. Este recurso es poderoso; sin embargo, en la actualidad, su uso cotidiano en el habla coloquial lo ha convertido en una “metáfora muerta”. Y cómo no abusar de este decir cuando el significado es presenciado mínimo tres veces al día en nuestros hogares, empleos y básicamente, en todas las sociedades de todos los tiempos. Esta ceguera se esparce de manera rápida, la utilizamos cuando hablamos de nosotros mismos y cuando describimos la postura tomada ante problemáticas sociales por parte de los otros. En el presente ensayo se mostrará, primeramente, un análisis sobre lo que significa la ceguera física para el escritor argentino Jorge Luis Borges; después, realizaré un análisis sobre la obra Ensayo sobre la ceguera de José Saramago para lograr introducir al lector ante “puntos de ceguera”  en los que debemos evitar, bajo cualquier circunstancia, cerrar los ojos, o bien, la razón.

  1. La ceguera modesta.

En agosto de 1977, Jorge Luis Borges dio una conferencia titulada “La Ceguera” en el teatro Coliseo de la ciudad de Buenos Aires. Al inicio de su discurso, el escritor argentino calificó a su ceguera de “modesta” debido al hecho de que todavía podía descifrar algunos colores, como por ejemplo, el leal (así lo llamó él) color amarillo, protagonista en su poema “El oro de los tigres”. En este, Borges describe el afecto que mantuvo por mencionado color durante toda su vida. Así también, en la conferencia, recordó a su audiencia que el ciego, al contrario de lo que se piensa, no está encerrado en la oscuridad. Ante el ciego, aún se presentan, como ya mencioné, algunos colores y sobre todo, el blanco. Por estas razones, su ceguera es modesta, por no encajar en el arquetipo de los ciegos; también, porque no perdió la vista de manera súbita.

Entonces, antes de adentrarnos más en el tópico, describiré la más “inocente” de mis incapacidades visuales. Comenzaré por explicar mi astigmatismo, que desde muy temprana edad me ha hecho ver los colores fuera de los límites de las formas. Esta visión borrosa decide empeorar cada año obligándome a comprar nuevos lentes con graduaciones cada vez más potentes. Estar en frente de las pantallas es la generación en la que me ha tocado vivir. Rodeada de visiones cansadas y ojos secos: epidemias del siglo XXI. Estoy segura de que estas cegueras físicas pueden ser corregidas mediante un tratamiento láser o como yo, adquiriendo un par de lentes.

 

  1. La ceguera de Saramago.

Para los propósitos de mi argumentación, no se hablará de los tipos de ceguera física ya mencionados, más bien se ofrecerá una categorización de la ceguera en su sentido metafórico, es decir, como una forma de ignorancia, de falta de interés o reducción de problemas; también, como falta de razón, su poco o mal uso, pero sobre todo, la ceguera como la mejor manera de describir la actitud tomada ante los problemas de nuestro presente. Es decir, de aquí parto para hablar de mi segunda ceguera. Nuestra ceguera. La peligrosa “enfermedad blanca” a la que se refiere José Saramago en su Ensayo sobre la ceguera y que queda descrita en el final de la obra: “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven.” (1996: 243)

            La novela platea la pregunta: ¿Y si de repente todos nos quedáramos ciegos? Un médico oftalmólogo y su esposa son de los primeros afectados por el sumamente contagioso “mal blanco” (se refieren así a la ceguera porque lo único que pueden ver los ciegos es un “manto lechoso”). Ante el miedo de que la epidemia se esparza por todo el mundo, el gobierno mantiene encerrados a los ciegos en confinamiento donde se  revela la forma en que  nuestra sociedad se desarrolla. “Ensayo sobre la ceguera es, como dice Pilar del Río, "un ensayo sobre la humanidad"; si se lee (en voz alta, en voz baja) uno verá a Saramago adivinando misteriosamente el desconcierto real del mundo en que vivimos.” (El País, 2011)

 La esposa del médico es el único personaje que no es afectada por la ceguera y por lo tanto, después de que fingió ser ciega para estar con su esposo durante el confinamiento, se vuelve la encargada de bañar a los ciegos y de guiarlos. La esposa del médico es un símbolo de la bondad que abunda en las personas ante la adversidad.

Preguntémonos, cuándo decidimos quedarnos ciegos y ante qué. La metáfora de  Saramago se refiere a que día con día, como integrantes de una sociedad, muy pocos llegan a realmente advertir o enterarse de los horrores que abundan en las calles. Sí, lo vemos, pero decidimos cegarnos, olvidar e ignorar, incluso reducir. Por ejemplo, mientras se camina por el centro de la ciudad de Xalapa es imposible no notar la cantidad de personas que piden limosna, entre ellos una señora en el piso y un bebé en brazos, escogemos voltear el rostro o gritar “¡Trabaja!” y ahí queda todo. O también, cuando los campesinos insisten en tomar la calle para ser escuchados, pero en lugar de mostrar nuestro apoyo sólo nos burlamos o conducimos, ciegamente, aún más rápido para no quedarnos atorados en el tráfico con el riesgo de aumentar las cifras de los  atropellamientos.  Ya lo decía Octavio Paz en El laberinto de la soledad, “El mexicano siempre está lejos, lejos del mundo, y de los demás. […] El hermetismo es un recurso de nuestro recelo y desconfianza.” (1950: 10)  Si la razón acumula este mal hábito de desinterés y preferencia por la oscuridad desde una temprana edad, estamos asegurándonos el apocalipsis que Saramago describe.

            Esto no nos resulta nada nuevo. Sin embargo, reúno aquí todas la problemáticas sobresalientes de nuestro presente, que considero deberían abarcar nuestra absoluta atención y nunca permitir que nuestra razón quede cegada. Todas relacionadas bajo la forma en que cada individuo lidia con estos problemas usualmente, actuando como “ciegos que ven, pero que viendo, no miran.”

 

  1. Puntos de ceguera.

No pretendo abarcar con completo sumergimiento lo temas mencionados. En una entrevista con respecto a la forma del ensayo, el escritor Hugo Hiriart aclaró que “sería mejor, si en vez de ser tan claro y contundente, pusiera cosas más borrosas que hicieran pensar al lector; […] Nadie quiere que lo lleven de la mano y le den todo resuelto.” Siguiendo este consejo, abarcaré los siguientes puntos de manera breve, pero sin restar su gran relevancia.

El feminismo es un tema que puede causar incomodidad y pasión dependiendo del receptor. Nuestra ceguera nos indica que la mujer feminista odia a los hombres, no se afeita ciertas partes del cuerpo, odia los brassieres y es una triste solterona. La novelista nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie acuñó el mejor concepto del movimiento igualitario: “Es un hombre o una mujer que reconoce que, efectivamente, sí existe un problema de género y debemos solucionarlo”. Para la autora feminista las sociedades necesitan evolucionar en cuanto a las ideas de género. Por qué hacernos los ciegos cuando la solución a las violaciones, los feminicidios o las lapidaciones está enfrente de nosotros.

Otro punto ciego que quisiera discutir es la depresión y los suicidios que son llevados a cabos por el simple hecho de que preferimos no notar que los individuos tienen problemas emocionales. Cerrarse ante un compañero que nos dice que siente que tiene menos energía cada día, que deja de asistir al trabajo o la escuela y aclara que tiene problemas en su hogar de manera seguida es otro tipo de ceguera. Es como si nos resultara más fácil justificar sus actitudes a su personalidad y alejarnos de su compañía. Es necesario dejar de justificar cualquier actividad incorrecta por más difícil que sea. Hacerlo conlleva a una superficialidad agradable en donde el no “entrometernos”, como así lo llamamos, puede resultar en las interpretaciones de rechazo u odio para la persona deprimida. Se necesita ser más observador. Leer a las personas como libros y entender mejor sus historias.  De la misma manera, la ceguera no puede dejar de hacernos juzgar las razones por las que una mujer aborta a su bebe o feto.

Las relaciones padre e hijo son lazos que  fácilmente pueden mostrar disfuncionalidades. El escritor Andrew Solomon ha trabajado con los padres de niños asesinos o nacidos con anomalías genéticas en la mayor parte de su trabajo. En una conferencia TED habla acerca de cómo los padres aman ciegamente a sus hijos a pesar de ser asesinos, presentar enanismo o síndrome  de Down, pero también la ceguera del amor paternal gira en ambas direcciones. Existe la falta de aceptación, amor por parte de los padres que no pueden brindarles afecto a las identidades de sus hijos. El amor ciego o la falta de aceptación es otro tipo de ceguera.

Hace varias semanas en mi clase de imagen visual discutíamos unos carteles que promovían la aceptación de la diversidad sexual colocados justo afuera del Museo de Antropología. Un compañero al notar un cartel acerca de la intersexualidad no pudo evitar usar el término “hemafroditas”. Su ceguera en el campo del espectro de la sexualidad humana no le permitía ver más allá de lo que se dice en la sociedad y queda plantado como lo establecido. De igual manera la heteronormatividad es otro tipo de ceguera que debería ser eliminado de nuestra cultura. Reitero, juzgar es la forma de ceguera más peligrosa que existe en la sociedad. Asimismo, al juzgar argumentamos que los asesinos a sangre fría y que los asaltantes se dejan llevar por una maldad, básicamente la misma maldad que vemos en una película para niños. La delincuencia se lleva a cabo por fallas en el sistema socio-económico del país que es liderado por personas que lamentablemente poseen la peor de las cegueras: la del poder y la codicia.

Existen muchos puntos de ceguera, fáciles de ignorar o reducir a meras coincidencias o mala suerte.  Por ejemplo, el fácil acceso a las armas, la etnofobia, el racismo, el abuso policiaco, la contaminación excesiva, el narcotráfico, el uso de drogas y el abuso infantil. Podemos dejar que la ceguera metafórica sea curada por el tiempo. Es cierto que cada año la ceguera disminuye y la humanidad realiza grandes avances en materia de los “puntos de ceguera.”  Notar esta ofuscación de la razón en nosotros, el hogar, calle, colonia, ciudad, estado, país y lograr encontrar equivalentes a nivel mundial es el primer paso para quitar la venda de los ojos. Iluminar los puntos de ceguera con información es la forma de erradicar nuestra ceguera que se ha vuelto nuestra forma de ver, y si ver es conocer, en definitiva, mantenernos informados sobre aquellos problemas sociales es vital aunque no parezcan relacionarse con nosotros, debemos recordar que pueden relacionarse con el prójimo o con nuestros seres amados. El conocimiento, aunque sea un poco, es necesario para poder dar una respuesta ante las variaciones o continuaciones de los problemas sociales que nos acompañan desde el inicio del siglo XX. Repito, informándonos es la manera de combatir nuestra ceguera. “Todos somos ignorantes pero no todos ignoramos lo mismo” dijo el físico alemán Einstein, pero hasta qué punto permitimos esta tolerancia por la ceguera de los demás. Acaso debemos, como la mujer del médico, llevarlos de la mano. ¿Por qué no?

Bibliografía.

 

SARAMAGO, José, 1998. Ensayo sobre la ceguera, México, D.F.: Alfaguara.

BORGES, Jorge Luis, 1980. Siete noches, México, D.F.: Editorial Meló.

PAZ, Octavio, “Máscaras mexicanas,  en El laberinto de la soledad, 1981.  México, D.F.Fondo de cultura económica.

JUÁREZ, Ariana, 2001. “El gozo del ensayo”, en Excelsior, 2001, p. 6.

NGOZI ADICHIE, Chimamanda, 2013. “We should all be feminists”. London: TEDxEuston.

 

CRUZ, Juan, 2011. “Una novela sobre la humanidad”, en El País, Mayo, 2011.

(http://elpais.com/diario/2011/05/28/cultura/1306533608_850215.html [noviembre 2015])

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