![]() |
Photo by Thomas William on Unsplash |
Aportaciones de
Robert Stam y Patrick Duffey: Contextualizando el problema de la adaptación
cinematográfica.
La
relación entre cine y literatura[1]
no se trata de una relación
unidimensional y mucho menos unidireccional, es decir, que sólo una
novela pueda derivar en película y no viceversa. Ya en De
la pantalla al texto: La influencia del cine en la narrativa mexicana del siglo
veinte[2]
(1996) nos encontramos con múltiples maneras en que la literatura influye en el
cine y viceversa: la literatura cinematográfica,
uso de técnicas cinematográficas por parte de escritores de literatura y el
enfoque del précinema. Duffey define a la literatura cinematográfica como la literatura que
es escrita con la intención de reproducir técnicas utilizadas comunmente en el
cine, por ejemplo, cuando una novelista produce una descripción de un espacio
imitando las técnicas de primer plano, montaje o proyección de fondo o quizá de
una descripción temporal y en esto utilizará cámara lenta o cámara rápida. Esta
relación nos muestra la influencia del cine sobre la literatura. Además de
hacer mención de las adaptaciones cinemátográficas, cuya definición daremos más
adelante, Duffey hace mención del concepto de précinema,
el cual es el estudio de la literatura cinemátográfica creada antes de la
invención del cine.
Del listado de relaciones que forman
el cine y la literatura, en la que principalmente nos interesa profundizar es
en la adaptación de un texto literario a un producto fílmico. De acuerdo con
Robert Stam en Teoría y práctica de la adaptación (2014),
el fenómeno llamado adaptación cinematográfica actualmente es estudiado por
disciplinas como lo son la narratología, la teoría dialógica, la estética de la
recepción, etc. y que por lo tanto ahora goza de un prestigio individual más
allá de los estudios académicos de la literatura:
La teoría de la
adaptación ha pasado por las mismas transformaciones que han tenido la
semiótica y la narratología. En ese sentido, la teoría de la adaptación ha
pasado de ser una subdisciplina (de los estudios literarios y cinematográficos)
a ser una disciplina (con sus propios métodos y categorías de análisis, como
parte de la narratología audiovisual) hasta convertirse en una transdisciplina,
que al nutrirse del postestructuralismo, la teoría dialógica, la estética de la
recepción y la estética posmoderna ha incorporado y transformado las categorías
originarias de la narratología literaria. (Stam, 2014: 11-12)
Con
este oración, Stam logra elevar la situación de los estudios de la adaptación
cinematográfica al afirmar que es una disciplina que cuenta con sus propios
métodos y categorías de análisis. La adaptación ahora posee sus propias
metodologías con las cuales se logra estudiar este fenómeno, que esta lejos de
ser un sencillo derrame de palabras a imágenes y en su lugar es un proceso de
complejas decisiones creativas que reflejan los fundamentos teóricos de
disciplinas ya desarrolladas por ciencias filosóficas, lingüísticas y
literarias.
Ahora bien, de acuerdo con Robert
Stam (2014:
23-31), los prejuicios hacia las adaptaciones se fundamentan en que a) es más
valioso un producto con mayor anterioridad –en este caso el texto literario en
que se basa el guion–, b) el temor a que el cine sustituya a la literatura, c)
en la iconofobia –o el miedo a dar forma de imagen a textos literarios–, d) en
la logofilia –o la nostalgia por la palabra escrita como medio de comunicación
privilegiado–, e) en el mito de que es fácil realizar un filme más de lo que
conlleva el proceso de escritura de un o una novelista, f) aunado al mito de
que ver una película no es una actividad que exija razonamiento y pensamientos
críticos o analíticos. Asimismo, Stam menciona que g) hay un prejuicio de
clase, ya que el cine se degrada por atender a un público masivo mientras que
los lectores tienen un grado de respetabilidad superior. Estos son algunos de
los prejuicios que no resultan útiles al momento de realizar un análisis
crítico de una adaptación cinematográfica.
2.2
Aportaciones de Brian McFarlane
Dentro
del marco de metodologías que ofrecen maneras para comprender las adaptaciones
se encuentra Novel to film. An introduction to the Theory of
adaptation (1996) de Brian Mcfarlane
en donde la adaptación
cinematográfica
es considerada como una experiencia de percepción basada en una experiencia
conceptual previa.
El objetivo de su trabajo, nos dice Mcfarlane, es usar conceptos y métodos que
permitan de manera objetiva y sistemática la recuperación de lo que
sucede en el proceso de transposición de un texto a otro, así se logrará
distinguir lo que el director recupera del texto original y lo que se agrega.
Mcfarlane nos advierte, además,
sobre las intenciones detrás de las adaptaciones. El procedimiento de
conversión es visto como un fenómeno realizado por fines puramente comerciales, ya
que se cuenta con una audiencia previa –los lectores del texto literario–, pero
también
las adaptaciones pueden ser realizadas por respeto a las obras literarias. Con
respecto a la audiencia, se aclara que no se debe caer en la creencia de que la
adaptación es únicamente entendible por los lectores de la obra literaria, sin
embargo, este fenómeno resulta atractivo ya que provoca un interés por comparar
las imágenes mentales de los espectadores que leyeron el
texto literario con las creadas por parte del director en su película.
Existe
una línea de crítica literaria, nos advierte Mcfarlane, que considera la
fidelidad al texto como la característica primordial por estudiar dentro de la
adaptación cinematográfica. Ha sido considerada como el criterio primordial
para analizar una adaptación fílmica. Mcfarlane dicta que debe ser devaluada o
reexaminada ya que parece indicar que la obra literaria posee solamente una
interpretación correcta. Esta línea de crítica anula la convergencia entre la
literatura y el cine y no reconoce el proceso de adaptación como un acto de
intertexualidad complejo, haciendo que las películas sean vistas como algo que
reduce a la literatura:
The insistence on
fidelity has led to a suppression of potentially more rewarding approaches to
the phenomenon of adaptation. It tends to ignore the idea of adaptation as an
example of convergence among the arts, perhaps a desirable –even inevitable– process
in a rich culture; it fails to take into serious account what may be
transferred from novel to film as distinct from what will require more complex
processes of adaptation; and it marginalizes those production
determinants which have nothing to do with the novel but may be powerfully
influential upon the film. Awareness of such issues would be more useful than
those many accounts of how films 'reduce' great novels. (1996: 10)[3]
Usualmente,
este problema de la fidelidad provoca discusiones en la cotidianidad de la
audiencia o la recepción del libro y parece nunca ser complacida por la
adaptación al cine. Generando argumentos como “El libro es mejor” o “La
película no captó la esencia de la novela”. Estos prejuicios hacen parecer
lamentable el proceso de adaptación e invisibilizan los beneficios de
transferir una novela al cine.
En
Novel to film. An introduction to the Theory of adaptation (1996) de Brian Mcfarlane,
la adaptación
cinematográfica
es considerada como una experiencia de percepción basada en una experiencia
conceptual previa.
El objetivo de su trabajo, nos dice Mcfarlane, es usar conceptos y métodos que
permitan de manera objetiva y sistemática la recuperación de lo que
sucede en el proceso de transposición de un texto a otro, así se lograra
distinguir lo que el director recupera del texto original y lo que se agrega.
El procedimiento de conversión es
visto como un fenómeno
realizado por fines puramente comerciales, ya que se cuenta con una audiencia
previa –los
lectores del texto literario–, pero también las adaptaciones pueden ser
realizadas por respeto a las obras literarias. Con respecto a la audiencia, se
aclara que no se debe caer en la creencia de que la adaptación es únicamente
entendible por los lectores de la obra literaria, sin embargo, este fenómeno
resulta atractivo ya que provoca un interés por comparar las imágenes mentales de
los espectadores que leyeron el texto literario con las creadas por parte del
director en su película.
Existe
una línea de crítica literaria, nos advierte Mcfarlane, que considera la
fidelidad al texto como la característica primordial por estudiar dentro de la
adaptación cinematográfica. Ha sido considerada como el criterio primordial
para analizar una adaptación fílmica. Mcfarlane dicta que debe ser devaluada o
reexaminada ya que parece indicar que la obra literaria posee solamente una
interpretación correcta. Esta línea de crítica anula la convergencia entre la
literatura y el cine y no reconoce el proceso de adaptación como un acto de
intertexualidad complejo, haciendo que las películas sean vistas como algo que
reduce a la literatura.
De la línea de la intertextualidad,
el autor resalta dos líneas de investigación que valen la pena al estudiar la
adaptación. Ya mencionaremos posteriormente el proceso de transposición –lo que
es posible adaptar o transferir de la novela al filme–, pero se presentan en el
fenómeno otros factores externos a la novela que influyeron en la película.
Mcfarlane nos aclara que es una difícil tarea establecer una metodología con la
cual investigar las condiciones culturales del contexto en que la película sale
a luz. Estos elementos pueden influir en los temas que toca la película. Es
necesario mencionar estas posibles influencias al momento de hacer un estudio
de adaptación, como lo son las condiciones de la industria fílmica, el clima
político y social.
De manera sistemática y objetiva,
Mcfarlane se propone analizar el proceso de transposición de un texto a otro.
Considera de gran valor los tipos de transmutaciones que realiza el director y
el guionista, siendo necesario distinguir aquello que se recupera del original
y los usos que hace del texto. No considera valioso decir que el filme debe
estudiarse como un objeto autónomo.
[1] “La literatura y el cine han tenido una relación
interdependiente desde los comienzos de la industria cinematográfica a
principios de siglo. Las primeras películas mudas producidas por los hermanos
Lumière y Georges Méliès siguieron las leyes espaciales y la estructura dramática
del teatro y, más tarde, con las innovaciones introducidas por David Griffith,
el cine adoptó un lenguaje narrativo estructurado según el modelo de las
novelas del siglo XIX. Prácticamente, desde su nacimiento, el cine se ha
presentado como una forma mecánica de reproducir una historia”. Ballesteros, I.
(2001) Cine (Ins)Urgente. Madrid: Editorial Fundamentos. pp. 153.
[2] Patrick Duffey, en su libro De la pantalla al texto, se propone definir las
relaciones entre literatura y cine dentro de la narrativa de Mariano Azuela,
Jaime Torres Bodet, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, José Revueltas, Juan
Rulfo, la literatura de La Onda, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco y Laura
Esquivel a partir de la teórica de narratología de Gérard Genette y Seymour
Chatman. Sus aportaciones son indispensables en cuanto a que proporcionan una
visión holística de la manera en que el cine y la literatura coexisten en la
historia de la narrativa mexicana, que no sólo posee adaptaciones de una novela
a una narración fílmica sino que tiene presente técnicas del cine en la
narraciones.
[3] Insistir en la fidelidad nos lleva a suprimir
aproximaciones más provechosas para el fenómeno de la adaptación. Tiende a
ignorar la idea de adaptación como ejemplo de convergencia de las artes; quizás
como un proceso deseable –incluso inevitable– de una rica cultura; falla al no
tomar en serio aquello que se transfiere de una novela a una película como un
complejo proceso de adaptación; y marginaliza aquellos factores de producción
ajenos a la novela pero que son influyentes en la película. Advertir estos
asuntos es de más utilidad que únicamente tomar en cuenta cómo una película
reduce una gran novela. (La traducción es mía)
No hay comentarios:
Publicar un comentario