¿Qué nos enseña Silencio (2016) de Martin Scorsese sobre la difícil tarea de la traducción?


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Silencio (Silence, 2016) es una película dirigida por el aclamado director estadounidense Martin Scorsese (Taxi Driver, Goodfellas) que nos narra la historia de la persecución de cristianos en Nagasaki, Japón durante el siglo XVII. Dos jóvenes curas de Portugal, padre Rodrigues y padre Garrpe se embarcan en una misión de rescate para descubrir lo que ha sucedido con el padre Ferreira, quien, según ciertos rumores, es ahora un apóstata. Al llegar a Japón, después de que los curas descubren a varios cristianos en pequeñas villas, el padre Rodrigues, separado de Garrpe, enfrentará la tortura que se aplica a los cristianos en Japón hasta que logran negar a su Dios. Los castigos y adoctrinamiento por el que pasó el padre Rodrigues es el mismo por el que pasó el ahora apóstata padre Ferreira, por lo que Rodrigues comprende que la única opción es renegar de su religión ante los japoneses y quizá mantener su fe oculta para sí mismo hasta su muerte, no sin antes cuestionar todo en lo que el creía.

Las escenas que muestran las conversaciones entre los cristianos japoneses, los japoneses de la inquisición y los padres portugueses son de amplio interés. La película respeta los idiomas de las personas japonesas, pero no se mantiene fiel con el habla de los padres portugueses, quienes hablan inglés. Aunque me parece razonable por la nacionalidad de los actores y realmente no afecta la trama. Aunque si se incluye el español y el latín propio de la liturgia. En la trama, los padres no se atreven a llegar a Japón sin un intérprete. Kichijiro los ayuda a integrarse a una villa de cristianos y conocer la situación de la iglesia cristiana en diversas locaciones de Japón. La presencia de otro intérprete se hace necesaria cuando uno de los padres se encuentra prisionero de la inquisición japonesa y, mientras espera su juicio, llega a su celda un traductor quien asegura que interpretará su testimonio y que ayudará a que se sostengan argumentos religiosos entre el padre y el enigmático Inoue Masashige, gobernador de Chikugo. Durante el encuentro entre el gobernador y el padre se sostiene una discusión sobre las diferentes religiones que profesan: el budismo, que indica seguir las enseñanzas de Buda, y el cristianismo, que ofrece mandamientos para vivir una vida en paz. Lo que nos lleva a comprender que lo que esta fuertemente arraigado en una cultura puede tener problemas al integrarse a otra tierra, otra cultura, otra visión del mundo y una lengua diferente. Esto puede ser una lección de traducción para la comprensión de las equivalencias y diferencias culturales, haciéndonos las preguntas: ¿la cultura y las ideas de una nación son tangibles y si lo son podría existir una armonía entre dos culturas basada en las palabras? y ¿las palabras son fieles a los sentimientos detrás de cualquier tipo de aspecto cultural? Es por esto que otro aspecto merece rescatarse en mi comentario y es el significado de las palabras. En el encuentro entre Ferreira y Rodrigues, Ferreira asegura que la iglesia cristiana nunca existió realmente en Japón debido a que los japoneses no tienen una compresión de dios como lo tienen en el Occidente. Los japoneses, según Ferreira, no pueden comprender el mundo espiritual más allá de lo que es relativo a la naturaleza y llaman a dios “dai ni chi”, representado con el sol. La película es dura contra los símbolos y las palabras. Ya que si seguimos las ideas presentadas en la película, sería fácil argumentar que la traducción es imposible, tal como es imposible ser cristiano y japonés. La cruz y las imágenes de Cristo, de santos y de vírgenes deben ser pisadas sólo una vez para obtener la libertad, ¿por qué es tan difícil hacer ese gesto? Yo pondero que se debe al valor y el significado que el humano le da a los símbolos, las imágenes y las palabras. Las palabras y la realidad parecen ser una misma. Es por esto que la traducción es un proceso que lidia con cargas semánticas y símbolos culturales que significan mucho para las personas pero que como Rodrigues y Ferreira aseguran no se debe ser fiel a las palabras y a los símbolos sino a algo más. En la traducción, se debe ser fiel ya no a las palabras sino a algo más, quizá algo intangible como lo es el misterio de Dios o el misterio que esconde una obra literaria.

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